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jueves, 3 de mayo de 2012

Sobran palabras.

Estábamos los dos solos, en una habitación de cuatro por cuatro. No recuerdo el cómo ni el por qué llegamos allí.
No emitíamos ningún sonido, no decíamos palabra, de vez en cuando lo miraba y cuando encontraba mis ojos le apartaba la mirada con una sonrisa risueña.
+¡Hablémos!
-Vale, pero, ¿de qué?
+No lo sé, pero hablemos en serio. ¡Nunca he tenido ninguna conversación contigo en condiciones!
-Eso es verdad- Reímos.
+Luego, háblame, cuéntame alguna cosa que te haya pasado.
-Es que no me apetece, además, si no hemos hablado algo serio en todo lo que nos conocemos, no sería casualidad...
+¿Cómo?
-Quiero decir - se puso un poco nervioso - nos entendemos muy bien, tenemos la misma forma de pensar, y en cierto modo, tenemos muchas cosas en común.
+Cierto-le interrumpo.
-Si aún no hemos mantenido una larga conversación es porque no nos hace falta. Porque entre los dos hablamos con el cuerpo, con expresiones... Con acciones.
+Sí, pero... Bueno, no sé a qué tipo de "acciones" te refieres.

Me besó, me robó un beso del tamaño de un templo.
Y justo dos minutos antes de la hora de marcharse, dos horas después, pronuncio la primera palabra:
+Supongo que no es necesario que te diga que te quiero.
-Lo sé. Los dos lo sabemos.- Me responde con una mirada.

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