No recuerdo el día que empecé a quererte, ni el día que deje de hacerlo. Recuerdo ese 18 de enero, esa noche fría que ya no era tan fría. Y ya pasadas las ocho de la noche, ese te quiero que lo cambió todo.
Dio a mi corazón un giro de 360 grados.
Nada comparado con el amor que desprendía ese lugar, y el olor a cigarros que se enredaba por mi cuerpo consiguiendo una sensación de tranquilidad.
Es curioso, no me resulta difícil explicar lo que sentía en ese momento, pero sin embargo ahora todo ha cambiado.
Lo que sentía por él en un pasado es, como mínimo, la mitad de intenso que lo que siento ahora, en un presente, por el chico de los ojos grandes.
Aunque me toca admitir que todavía se me ponen los pelos de punta al recordar tus labios recorriendo mi cuerpo, y digo recordar y no imaginar porque sucedió, fuiste mi realidad.
Me demostraste que ,a veces, la realidad es mejor que los propios sueños. Y entiéndeme , no te he dejado de querer, pero la magia voló, como el humo de tu cigarro aquella noche de enero.
Y es que en mi cabeza retumban las palabras que nos dijimos, las sonrisas tontas que nos salían solo de imaginar un futuro que jamás llegará.
Lo sé porque soy de esas que cree en "el para siempre, el nunca y el jamás", pero lo dejo en manos del destino, que me demostró la importancia de algunas personas en nuestra vida, porque por mucho daño que nos hagan marcan nuestro futuro.
Un futuro que está escrito, pero no descifrado.
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