Y sigues sin saberlo.

Estás dormido. Bueno, ya no, porque te has dado cuenta de que lo estabas.
Permaneces con los ojos cerrados; sientes las sábanas y el peso de tu cabeza en la almohada.
Abres los ojos y estás de pie. Estás de pie sin saber cómo.
Miras hacia abajo, hacia arriba, a todos lados; pero tus pies siguen intactos.
Justo cuando quieres saber qué hay detrás de ti te percatas de lo que hay delante de tus narices.
Una puerta. Una puerta abierta. Una puerta abierta cual desconoces dónde va a parar.
Pero una cosa sí sabes: Esa puerta te llevará a tus sueños, tus deseos, tus metas, tus logros; a
tu rutina perfecta, a tu futuro perfecto. Pero no sabes por qué.
Derecho. Izquierdo. Ya has dado un paso. Tu cerebro no dio esa orden, tú no diste esa orden.
Tu mente es la que conduce aquí, indiferente. Ella sabe lo que realmente quieres.
"Tú lo sabes."-Grita tu conciencia.
Y sigues sin saber por qué.
Cuando comienzas a andar, ya decidido, te das cuenta de que todo no va como creías. Una valla.
Una valla se interpone en tu camino. Tan solo un salto y en aire la dejas atrás.
Mientras sigues adelante ves una luz, una luz de polvo de estrellas; y no es precisamente eso, pero
es un forma de explicarte. Qué sabrás.
[...]
De repente te encuentras a un niño, no llega a los diez años de edad.
Te mira, lo miras y le preguntas:
+¿Por qué hay tantos problemas entre mi destino y yo? Tan solo quiero conseguirlo.
-¿Cómo? ¿Problemas? Aquí no había ninguno antes de que tu llegaras, y en mi camino
sigue sin haberlo. Tus problemas los traiste tú, contigo y para ti.
Te das cuenta de que todo lo que te relacione, todo lo que pueda afectarte, depende de ti.
Tanto lo bueno como lo malo. Tú eres el mando; pero aún no sabes cómo.
Ni tú ni nadie, créeme.