Música.

No puedo. No puedo, verdaderamente, no.
Y es que en realidad tampoco quiero.
La música siempre me da la razón, me ayuda, me escucha
solo a cambio de que también la escuche a ella; y ella
sabe que me gusta, así que disfruto haciéndolo.
A partir de su ritmo me fusiona un sentimiento.
Me hace sonreir... Me hace cantar o tal vez
llorar, y la escucho al compás de mis lágrimas derramarse.
Dependo de ella para vivir. Lo juro.
Será mía eternamente y yo de ella.
Es lo mejor de mí; lo mejor que jamás conocí.
Y ahora estoy aquí oyéndola susurrar.
Cómo si lloviera, pero algo más específico.