Una cuerda invisible me ata.
Le temo.
Siento mucho miedo, pero lo haré.
Me desnuda y me maltrata como
si fuera un juguete; uno poco valioso.
Pero valgo mucho, lo sé, y lo debe
entender.
Haré lo correcto. Se que es un suicidio.
Pero merecerá la pena intentarlo.
Podía conmigo, pero de ahora en adelante
no podrá. Ni un poquito.
No podrá decirme:
Lo siento, fue sin querer, estaba nervioso, entiéndeme...
¡Yo soy el que manda en esta casa, yo soy el hombre y tu la mujer!
Te quiero, ¿podrías hacerme eso? Si lo haces saldrás perdiendo...
No juego contigo, tan solo quiero pasarlo bien.
Sé que te gusta, no te niegues a obedecer.
¡No!
No volverá a ocurrir.
Tus palabras me destruyen, pero me
reconstruyo cuando no estás aquí.
No volveré a mirarte a la cara.
Seré feliz.
No volverás a tocarme ni a gritarme de
esa manera.
Tú eres el hombre y yo la mujer, lo sé.
Pero yo también quiero pasarlo bien,
y en este juego, el hombre vuelve a perder.

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